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La Noche del Crimen

“La Noche del Crimen” (2022): Un mundo de hombres

Una noche de octubre de 2016, un grupo de policías franceses de la brigada de crímenes mayores festeja la jubilación de su jefe. El ambiente es de ruido y camaradería, el aire rebosa de masculinidad. Horas después, una joven de 21 años, Clara Royer (Lula Cotton-Frapier), se despide de su amiga tras haber disfrutado la tarde juntas. En el camino a su hogar, una figura envuelta en sombras la rocía de gasolina y le prende en llamas. Un femicidio toma lugar.

“La noche del crimen” (2022), dirigida por Dominik Moll, sigue el trascurso de la investigación liderada por el detective Yohan Vivès (Bastien Bouillon) mientras intenta encontrar al culpable detrás de este crimen. Pero, tal y como se nos advierte desde los títulos iniciales, el asesinato de Clara resulta en un caso lleno de callejones sin salidas, sin poder resolverse hasta el día de hoy.

Al narrar los eventos de la historia desde la perspectiva de nuestro detective, nos involucramos tanto en sus aprendizajes como en los sesgos de su mirada. Tal y como el detective, la audiencia aprende sobre Clara a través de los relatos de quienes decían conocerle, formándonos una imagen de esta joven, de su identidad, su persona, una especie de espectro que llega a atormentar a Vivès.

La película entiende, sin embargo, que el relato no es una herramienta inocente, sino política, enmarcada por las dinámicas de poder desempeñadas por quienes cuentan con la capacidad de narrar, los vivos. Lo que es dramatizado en el choque entre los relatos de su familia, su amiga y los hombres que la deseaban. Relatos erigidos desde un sistema patriarcal.

En el transcurso de su investigación, Vivès interroga a diferentes hombres que pudieron haber estados involucrados sexualmente con Clara, en tanto sostiene la teoría de que la naturaleza del crimen sugiere un femicidio. A través de sus relatos, profundizamos en una perversión compartida entre estos hombres. Uno tras otro, se refieren a Clara menos como una mujer y más como objeto en el cual descargar sus pulsiones sexuales. Poco a poco una sensación repugnante toma firmeza, una que la película explicita a través de las palabras de su detective, “cualquiera de ellos podría haberlo hecho”.

En ese sentido, lo que distingue a la película de otras con un acercamiento más hollywoodense, es que mientras éstas se contentan con el hallazgo de un “culpable final”, cuyo descubrimiento y castigo expía al mundo de su pecado; la narrativa de “La Noche del Crimen”, sostiene que no habría satisfacción alguna cualquiera sea la respuesta que obtengamos. No importa quién haya asesinado a Clara, todos somos culpables. Los hombres en su vida, los integrantes de la policía, y por supuesto, la misma audiencia.

La película interpela al público al hacer del detective Vivès nuestro audience surrogate. Un hombre íntegro, a la vez callado y algo solitario, no solo nos sirve de guía dentro de la trama, sino que además supone una figura sensata, carente de una radicalidad que distancie a la audiencia de este. El que sea un hombre sensato, sin embargo, no le hace perfecto. Enfrentado a la monstruosidad de los sospechosos, Vivès no puede evitar preguntarse cómo es que Clara llegó a involucrarse con ellos, si acaso había algo malo con ella. Si de cierta forma, esta era la consecuencia natural de sus acciones. A través del relato, la memoria de Clara fue pervertida.

Es la amiga de Clara, Nanie (Pauline Serieys), quien, en un adolorido monólogo, rompe con estas lógicas misóginas. Al ser nuevamente interrogada por el detective, ella se quiebra. La investigación pasó de ser sobre el asesino de su amiga a una inquisición sobre su vida sexual. Pero eso era irrelevante. Para Nanie, Clara era una chica dulce, que solo quería reír y tener diversión. Una chica a la que la mataron por su género.

 

La Noche del Crimen

“La Noche del Crimen” (2022). Fotografía: Filmaffinity

 

La película no es sutil sobre lo que trata de decir, en más de alguna ocasión lo dice textualmente. Pero razón por la que esta sigue funcionando, por la que el monólogo de Nanie se siente crudo y emocional en vez de didáctico y sanitizado, es que estas palabras son demostradas en lo que presenciamos en pantalla, en lo que se sugiere cada vez que uno de los sospechosos, o uno de nuestros policías, abre su boca. De cierto modo, estas expresiones más textuales del tema de la película sirven como válvula de escape, de liberación ante el horror en el corazón de la historia.

De cualquier forma, los momentos que más regresan a mi persona tras haber visto la película no son estos intercambios de diálogo. Si no las escenas más silenciosas, instancias reflexivas en que la película se permite a sí misma entrar en el terreno de la metáfora audiovisual. En medio de la noche, nuestro detective no puede dormir, su mente divaga en las imágenes del asesinato de Clara, mientras los dichos de los sospechosos se mezclan entre sí, indistinguibles los unos de los otros. El mal que quitó su vida siempre presente como una enfermedad del espíritu, una infección de la que parece no hay escape.

Quizás no haya escape de la proliferación de estos males societales, pero esta película sí cree en retazos de esperanza. En medio de la noche, el tercer aniversario de la muerte de Clara, nuestros detectives vigilan desde una camioneta la animita dedicada a la joven, ahora vacía. Allí, los investigadores esperan encontrar al culpable, dándose a sí mismo las glorias de su crimen.

En cambio, se encuentran con una imagen, la de los padres de la joven dando sus respetos a la memoria de su hija. Un agridulce, pero cálido momento de humanidad, en que tal y como una estrella en el firmamento nocturno, el cariño de su familia brilla más intensamente en contraste a la visión de los hombres que condenaban a la joven.

El espectro, el fantasma, esta presencia que acecha y acongoja tu memoria, es un motivo repetido a través de la película. Sea mediante la figura de un gato negro, la poesía de Verlaine o los relatos que restan de Clara. Lo que queda de ella es su memoria. De allí el poder, el significado, la catarsis de la imagen desde la camioneta. La de sus seres queridos honrando el recuerdo de su hija.

“La noche del crimen” es una historia delimitada por una perspectiva masculina, una de decepciones y culpabilidades ante las formas en que nos relacionamos con las mujeres, mientras ofrece un vistazo a la oscuridad detrás de estas dinámicas. Lo que la detiene de convertirse en otra fábula fatalista no es tanto la voluntad personal de su protagonista, sino el rescate de posiciones que quiebran con el esquema masculino, como lo son la de Nadia, Nanie y la familia de Clara.

Es en el plano de lo simbólico que la película rescata las acciones que tomamos para conmemorar a nuestros fantasmas y su memoria como un acto de cariño y resistencia ante un mundo enfermo. Una voluntad desde que la investigación continúa. Para que así una parte de Clara, y de todas las mujeres que la acompañan, pueda seguir con vida.

¡Revisa el trailer de “La Noche del Crimen”!

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